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Alfonso Rodríguez del Campo
Dotación resumida: "¿Quién le diera a esta crónica alas, como de paloma para con gracioso vuelo ir publicando lo que fue suavidad para el oído y dulzura para el espíritu? ¿Quién le diera a mi pluma, hilar como el gusano de seda y tener el aguijón de la abeja, lo uno para que las frases fuesen como damasco y sedas, lo otro para extraer el licor suavísimo y la miel del primoroso ramo de flores que ha volcado anoche el alma magyar? Desprendida de la constelación de Hungría, venida del país de las rapsodias, donde abrevara Liszt, el pequeño húngaro, sus ardientes inspiraciones, nacida de aquel parentesco espiritual de húngaros o tziganos, magyares o bohemios, trae Yolanda Meroe, el perfume espiritual de las razas de Oriente, es esto el frenesí pasional a que todo le inspira alma, sentimiento y embeleso. ¿Necesitamos recordar las luminosas huellas de otros pianistas? No, para aquilatarla no hace falta la evocación de remembranzas. Bajo su influencia pasional Yolanda Meroe imprime carácter a sus recitales de suerte que en ellos se mira el paso de una estrella nueva por nuestro horizonte musical para decir parodiando a un rotativo de la fantástica ciudad neoyorkina… Desde el principio de su audición, realizó milagros inauditos. Porque despojar de su severidad luterana de su adustez matemática a las fugas de Bach y tornarlas suaves y cantables, como prodigiosas voces de órgano, o polifonías humanas, combinar las melodías como serpentinas que van entretejiéndose en admirable brocado, y es milagro: pues esto fue lo que comenzó haciendo Yolanda Meroe, y al hacerlo, parecía que solo un alma femenina podría realizarlo. ¿A quién no gustó de tal manera la Fantasía cromática y la fuga del padre de la música? Pasó la pianista húngara al genio beethoviano y todo fue hundir los dedos en la nieve del teclado y surgir una majestuosa preparación, que iba haciendo ambiente, mientras se producía la eclosión del germen temático, el cual en su desarrollo tuvo una serenidad celeste. No es mi intento seguir paso a paso el recital. En breves trazos, por los puntos más culminantes, se la puede apenas bosquejar. Con dominio técnico notable, con exquisita claridad y sentido de la proporción con un tecleo delicioso y una manera original de acentuar, a tal punto que todo parece nuevo y produce un deleite inesperado, fue pasando de Dohnányi a Heymann, a Merkler, hasta llegar al nocturno des dur del sublime poeta del piano, donde las manos de la pianista, despertaron ensueños dormidos y las frases penetraron a las más secretas intimidades del espíritu. El sueño de amor y la Rapsodia de Liszt. La veracidad de las crónicas extranjeras sobre su hermosa técnica y exquisito temperamento, se comprobó en todo el recital. Allí estaba el maestro Meneses asestando sus anteojos en aquellas manos admirables y la corona ateniense de Ogazón, Campa, Castillo, Ponce, Marróa y Artemisa Elizondo, deshojando sus aplausos. La pianista alcanzó, pues un éxito firme. Fue notable en ella cierto renacimiento de las nacionalidades, que como dice una inteligente escritora, mueve a cada pueblo a convertir sus ojos a lo pasado: en el género de las rapsodias, por ejemplo, una floración de púrpuras, como los múrices de los soles del reino de San Esteban, bañaba de colorido el teclado, pero a la par se adueña de la musicalidad extranjera, tedesca y germana, comunicándole a todo, el sello de su propia personalidad."
Otras obras contenidas en el mismo documento: Enero 17, 1912, p. 2.
Referencias bibliográficas: Crónica de arte.