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dc.contributor.authorAlfonso Rodríguez del Campo
dc.date.accessioned2024-06-08T22:09:46Z
dc.date.available2024-06-08T22:09:46Z
dc.identifier59
dc.identifier.urihttps://cenidim.metamoshe.online/xmlui/handle/123456789/12745
dc.description.abstract"El pianista que oímos anoche es de aquellos de quienes se puede decir el delicioso madrigal. Toca con tanta emoción, su delicado instrumento, que parece, en conclusión, que sopla su entendimiento, y suena su corazón… ¡Qué dulces contrastes! ¡Qué interpretaciones tan poéticas! Eran las primeras exclamaciones. Tocaba a Beethoven y sus frases adquirían una grandeza no soñada, restauraba las mismas sonatas oídas en los recitales comunes, en los concursos escolares, la sonata opus 81 con Los adioses, La ausencia y El regreso. Pero estas frases que se desgranaban sobre el piano, venían de muy lejos, del propio cielo en que floreció el músico de las nuevas sinfonías, pues no era ya el Beethoven enjuto de los nocivos, ni el estilo forzado, ni las ideas dispersas. Destacó el estilo grandioso, la poesía inmensa, la elocuencia arrebatadora y al propio tiempo franca, natural y humana, ¡Qué luz y qué sombras! El corazón agitado, oprimido o gozando ya de la alegría de vivir. El Beethoven insípido desaparecía ante dramáticos efectos chopinianos que arrancaban suspiros. La figura pergaminosa reaparecía llena de esplendores, luego todo ofrecía la hermosura de un bajo relieve pagano cincelado y ¡el lenguaje tenía sabores del Ática! Quien interpretaba de este modo al dios de la música, era Consolo, discípulo de Rubinstein, discípulo de Reinecke, ¡presentado al mundo del arte por Joachim! Lo oíamos anoche en la Sala Wagner, gracias a la amistad de los señores Walter Whiffen con quienes cultiva el excelente músico estrecha relación, y los señores Whiffen, que no pecan de avaros, nos quisieron regular en Navidad. Visto ya que Consolo no era un temperamento frío, según la expresión comunicada a Beethoven, vino la serenidad al auditorio, siempre asustadizo, como en tiempos del terror de aquel terror cuya palidez todavía nos dura en el semblante, que dejó en México, ¡Friedheim, león de la técnica, pero león sin entrañas! Consolo fue después intérprete de Chopin, Scarlatti, Brahms y Strauss y en este Himeto de dulzuras dejó imborrables recuerdos con el Vecchio minuetto gracioso y grave, con la gira en do mayor, rica como las fantasías de Ariosto, que el pianista bordó con perlas, obteniendo mil sonoridades, con el andante de la Sonata F menor de Brahms y el Vals caprice de Strauss Tausig, limpio de vulgaridades. Como encore obsequió Consolo a su auditorio, que no cesaba de batir palmas, la marcha nupcial de Grieg. En suma, un estilista florido, ático sin la prosa romántica y revestido con las galas del pianista-poeta."
dc.relationPrensa Musical. El Imparcial
dc.relation.ispartofseriesDiciembre 28, 1911, p. 2.
dc.relation.isreferencedbyCrónicas teatrales.
dc.title"Concierto en la sala Wagner"


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México, noviembre 2023

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