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[Sin autor]
Dotación resumida: "Cuentan los comentadores de la sinfonía que la música no tiene modelo en la naturaleza. Afirmación tan grande merece meditarse, y meditándola nos negamos a aceptarla en toda su universalidad. Porque ella es perfectamente verdadera tratándose del canevá polifónico, de la música que sigue el dúplice principio wagneriano, para el dibujo de brocado contrapuntístico para la expresión de los afectos por la escuela de Rameau. Pero tal teorema no tiene base fundamental cuando sentimos el brillo sentimental y cristalino de una melodía que se desgrana suave, sutil y jugueteando en la garganta meliflua de Regina Vicarino, como se desgrana en la dulce serenata del ruiseñor de las noches iluminadas, o como en nuestros bosques legendarios de altos robledales se quiebran las mil endechas de las trovas del cenzontle. Si, en tal caso la señorita tiene el espléndido modelo de las avecillas cantoras. Regina Vicarino es, pues, sin imagen retórica, un ave canora, la discípula del jilguero y del tenorio de la selva; solo que la Vicarino les aventaja en el máximo poder de las expresiones de los afectos y con el sortejo de la mímica y el arte que en ella se sublima. Porque si la diva se ha fascinado en el rondó de Lucia, con sus fermattas y sobreagudos y notas pícaras y es y trinos, no es menos cierto que doblega el afecto con su mímica foguea, ¡con sus blancas manos de elocuente lenguaje y con las miradas de amor o de locura que esplenden en sus ojos fosforescentes enormemente rasgados con el bisturí del artifice!... He aquí el doble encanto de esta figura de juventud, que con razón el público ha pedido oír por séptima vez en la romántica composición de Donizetti. Para la Lucia de anoche, el más grande de los teatros de la metrópoli ha sido insuficiente. ¡Palcos y butacas habían desaparecido en la avalancha borrascosa de la oferta y el oro se escurría por espuertas para comprar el dulce placer de oír las tintilaciones de la voz diamantina de la maga del bel canto! Muy bien hace nuestro público en mostrar tales entusiasmos. ¡Nuestro público es sensato, es calculador, es artista! Porque, gentiles lectores que vais a escuchar a la diva, doy mi fe que habéis pensado como la soprano ligera que ahora retenéis con vuestras monedas de plata, más tarde cantará a precio de oro y muy lejos de la ciudad azteca, a donde tal vez no vuelva, ¡cómo no ha vuelto sus alas Luisa Tetrazzini! ¡Qué ardorosas, qué dulces han acariciado anoche nuestras almas estas notas que llegan al oído como murmullos de flautas pastoriles! Postdata al señor Sigaldi. Hemos recibido constantes súplicas del público, que por conducto de El imparcial se desean transmitir a la empresa del Arbeu. Dicen así: Battain, el gran tenor, triunfal en las óperas dramáticas; Picco, el barítono cuya ovación ruidosa no se podrá olvidar en el prólogo de los Payasos, y la señorita del Collado, la soprano dramática que pronto irá a cantar a Nueva York, merecen ser oídos en conjunto. ¡Es necesario que no se olvide a la gentil cantante mexicana!"
Otras obras contenidas en el mismo documento: Noviembre 17, 1911, p. 6.
Referencias bibliográficas: Crónicas teatrales.